Juana I de Castilla: poemas y elegías

19.01.2013 10:58

POEMA ANÓNIMO:

De Isabel tuvo la sangre poderosa.

El sentir, de su buen padre Don Fernando.

La belleza de Granada, dió a sus ojos

El talisman de un corazón enamorado.

Burgos clama por su Reina, Valladolid le da un palio

Y un mesón que hay en Tudela, acecha al enamorado.

Alos pie del Rey hermoso, sin descanso noche y día,

La nobleza de Castilla, por su Reina le pedía.

Celos del amor y el viento, que tormento.

Celos del amor y el aire, que fatiga.

Doña Juana está dormida, que no la despierte nadie.

Reina Juana, porqué lloras, si tu pena es la mejor,

Porque no fué un mal cariño, que fué locura de amor.

Encerrada entre paredes de un castillo,

La locura de amor se desboca,

Y los altos torreones de la Alhambra,

Suspirando rezan por su Reina loca.

Burgos llora su locura, valladolid se lamenta,

Tordesillas la recoge, ya de celos medio muerta.

En Granada don Felipe, sueño de amor reposa,

Y Castilla vive presa, la locura de su esposa.

 

ELEGÍA:

Princesa enamorada sin ser correspondida.

Clavel rojo en un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda, rezuma tu tristeza

A través de los ojos que han abierto sobre el mármol.

 

Eras una paloma con alma gigantesca

Cuyo nido, fué sangre del suelo castellano.

Derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve,

Y al querer alentarlo, tus alas se troncharon.

 

Soñabas que tu amor fuera como el infante

Que te sigue sumiso recogiendo tu manto.

Y en vez de flores, versos y collares de perlas

Te dió la Muerte, rosas marchitas en un ramo.

 

Tenías en el pacho la formidable aurora

De Isabel de Segura, Melibea. Tu canto,

Como alondra que mira quebrarse el horizonte,

Se torna de repente, monótono y amargo.

 

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos.

Y oprime la salmodia del canto cartujano.

Y choca con el eco de las lentas campanas

Perdiéndose, en la sombra tembloroso y rasgado.

 

Tenías la pasión que dá el cielo de España.

La pasión del puñal, de la ojera y el llanto.

!Oh Princesa divina de crepúsculo rojo,

Con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

 

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente,

Ni el laúd juglaresco que solloza lejano.

Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata,

Y un eco de trompeta su acento enamorado.

 

Y sin embargo, estabas para el amor formada,

Hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo.

Para llorar tristeza sobre el pecho querido

Deshojando una rosa, de olor entre los labios.

 

Para mirar la luna bordada sobre el rio,

Y sentir la nostalgia, que en sí lleva el rebaño.

Y mirar los eternos jardines de la sombra.

!Oh Princesa morena que duermes bajo el mármol!

 

¿Tienes los ojos abiertos a la luz?

¿O se enredan serpientes a tus senos exhaustos...?

¿Donde fueron tus besos lanzados a los vientos?

¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de tu esqueleto,

Tendrás el corazón, partido en mil pedazos.

Y Granada te guarda como santa reliquia,

1Oh Princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloísa y Julieta fueron dos margaritas

Pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado,

Que vino de la tierra dorada de Castilla

A dormir entre nieves y cipresales castos.

 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana:

Los cipreses tus cirios,

La sierra tu retablo.

Un retablo de nieve que mitigue tus ansias

!Con el agua que pasa junto a ti! !La del Dauro!

 

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

La de las torres viejas y del jardín callado,

La de la yedra muerta sobre los muros rojos,

La de la niebla azul y el arrayán romántico.

 

Princesa enamorada y mal correspondida.

Clavel rojo en un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma tu tristeza

A través de los ojos que ha abierto sobre el mármol

 

                        Elegía a Doña Juana la Loca

                            Diciembre de 1918

                                   GRANADA

                            Federico García Lorca